MONTSE PUIG

Una vida bajo el agua

Una vida bajo el agua

Ponto, mar, piélago, océano… diferentes palabras para denominar la inmensidad del agua salada: tres cuartas partes de la superficie de la Tierra están cubiertas por agua, y los océanos contienen el 97% de toda la que hay en el Planeta. Semejante vastedad impresiona. Su belleza cautiva. Su disfrute embriaga. Múltiples orillas son lamidas por sus aguas, millones de ojos se deleitan con sus horizontes, gentes diversas de pueblos lejanos necesitan de su poder.

El chapoteo de un niño precede a las primeras brazadas y estas a la sensualidad de mi cuerpo al sumergirme en el agua. El mar vive en mí cuando me zambullo en su líquido: a veces frío, otras templado, a veces calmo como un lago de ensueño y otras bravo creando aterradoras montañas oscuras, arrullándome, acariciándome, masajeando mi piel, mis músculos, mi cerebro y todo mi ser. El mar me habla y me escucha, es un confidente paciente, juicioso y considerado, con el que puedo desnudar mi alma y confiar en que jamás desvelará mis secretos más íntimos. Es un amigo fiel, que me amansa cuando estoy inquieta, me sosiega cuando las preocupaciones enturbian mi mente y me aplaca cuando los pensamientos se tornan dañinos y destructores. Se traga mis lágrimas y las envía lejos para transformarlas en sabios consejos, alegrías profundas y propósitos virtuosos. Cada gota cuenta. Y, en la orilla, mojada tras el baño, veo como el sol besa el océano y ya puedo volver a casa, para mañana regresar a mi verdadero hogar.

Texto escrito por Mar Rubio Oliver